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El papel de la culpa

 

Es común estar de acuerdo en que la culpa nos sumerge en sensaciones desagradables, pero, ¿por qué insistimos tanto en librarnos de ella sin siquiera escucharla, siendo parte de nuestra programación innata?

¿Por qué nos sentimos culpables?

Antes de entrar en materia, es esencial comprender qué es la culpa. Este estado emocional se presenta cuando nuestras acciones entran en conflicto con nuestros valores o pensamientos; es decir, cuando hacemos algo que creemos que no deberíamos haber hecho.

Imagina que valoras ser una buena pareja, y en un momento estresante, respondes de manera inapropiada a tu ser querido. Es probable que, cuando la intensidad de la situación disminuya, aparezca la culpa; has actuado en contradicción con tus valores. En este caso, la culpa es adaptativa, te indica: «Oye, que aunque estés bajo presión, lo que has hecho está mal, lo sabes. Así que ve y discúlpate«. Esta forma de culpa puede considerarse como ese «pilotito rojo» que te alerta cuando te desvías del camino que deseas seguir, invitándote a reparar los daños. En este contexto, la culpa es bienvenida.

Cuando la culpa se convierte en un lastre…

La cosa cambia cuando la culpa proviene del exterior, desde las normas sociales. Típico ejemplo en el que una mujer que acaba de ser madre, decide dejar a su bebé con su pareja y ella sale a tomarse algo con las amigas. Esa mujer está en un contexto de ocio, pero no está disfrutando, se siente culpable de haber desatendido a su bebé, por haberlo dejado con su papá y piensa que está siendo una mala madre. Esta culpa es desadaptativa porque no está haciendo daño a nadie, no ha transgredido ningún límite moral y, sin embargo, aparece, lo cual seguramente hará que la próxima vez que se le presente un plan social diga que no.

La culpa desadaptativa puede conducir a la falta de respeto hacia uno mismo y a tomar decisiones poco saludables para compensar lo sucedido.

Recordatorio: la culpa es una emoción útil…

En la actualidad, vivimos en una sociedad que tiende a rechazar toda forma de culpa, como si la misma fuese inherentemente mala. Pero no siempre es así. La culpa es una emoción útil y un indicador de salud mental. El primer paso para manejarla es identificar su origen: ¿conflicto con tus valores internos o normas sociales autoimpuestas? La próxima vez que sientas la culpa rondándote, toma papel y bolígrafo y anota su origen. Este simple acto puede marcar la diferencia entre aceptar la culpa como una guía útil o intentar deshacerte de ella sin escuchar lo que tiene que decir.

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